Sobre Mí
Marcela Quevedo nace en Asunción, Paraguay, de padre paraguayo y madre uruguaya, cuestiones ambas que la marcarán de por vida al conjugar, amalgamar digamos, 2 culturas hermanas pero con características propias y diferentes.El Paraguay tórrido, visceral, de profundas raíces indígenas, frente al Uruguay más de puerto, más de inmigrantes, frente al mar, más europeo.
Su infancia se desarrolla en el campo de su padre al sur del Paraguay, en Itapúa, junto a su familia (hermanos y padres), en contacto con la naturaleza, campo y animales, con poco contacto con grandes ciudades, apenas un pequeño pueblo cerca del establecimiento. Ahí desarrolla una mente fantasiosa, abonada por los cuentos que siempre existen en el campo y muy especialmente en Paraguay, con su mitología de fantasmas y duendes, apariciones, pomberos, etc, que todo niño en absoluta libertad deja volar.
Su madre también artista, seguramente para entretenerlos, les daba a sus hijos, cartones, papeles y pinturas para que expresaran lo que tenían dentro y así desde muy pequeña entró al mundo del arte.
Ya entrando a la adolescencia se educa en Asunción en un colegio católico estricto, con el choque que significó ese cambio duro, de pasar de la libertad y la ingenuidad de la vida en el campo al enfrentamiento con la forma de vida urbana, con cosas desconocidas, con conductas muy diferentes.
Tiene la suerte que su primer profesor de arte fue un gran escultor paraguayo, uno de los más reconocidos, Herman Guggiari, quien la incentiva a desarrollar su creatividad, pues ya vio este gran maestro que había algo diferente en ella con respecto al resto de sus compañeros.
En clase su atención era escasa, se pasaba la hora dibujando retratos de sus profesores y compañeros y ese era su entretenimiento. Su habilidad para el dibujo y la pintura la mejoraba a diario haciendo, retratos, caricaturas de los que lo rodeaban.
En Bellas Artes de Paraguay, se centró en aprender la técnica de la acuarela, luego fue por el óleo y el acrílico. Participó de varios talleres en asunción pero nunca por mucho tiempo, siempre fue inquieta. Tuvo exposiciones colectivas e individuales.
Ya desde muy joven, en sus veinte y pico, es atraída por la pintura de Torres García, es la pata uruguaya, estudia su obra, lee sus enseñanzas, sigue la trayectoria de los alumnos del taller de Torres García. El constructivismo la marca pero no queda encasillada a él. Con el constructivismo como norte, incursiona muy brevemente en la escultura y participa de un concurso nacional de escultura en Paraguay, obteniendo el primer premio. La maqueta que ganó es conservada en su hogar con enorme cariño.
En ese momento se convence que su camino es el arte, pero no vuelve a incursionar en escultura, continúa con la pintura, el color la atrapa.
En 1997, con familia propia, vienen a vivir a Uruguay donde continúa pintando y aprendiendo, pasó por el taller de Guillermo Fernández (alumno de Torres García), y Clever Lara, ambos por poco tiempo, le aburren los encasillamientos y pinta de forma explosiva, espontánea, instintivamente, lo que le venga a su cabeza en ese momento, no “piensa” una obra. Expresionismo y neo expresionismo, mucho color y fuerza. Se acerca al lienzo y traza líneas y pone color, luego surgirán las figuras y las formas.
No ha participado de muestras desde hace años, pinta y acumula obra que alguien descubrirá algún día, sigue pintando y expresando a través de sus colores el arte que surge desde adentro.